Nuestra historia

Cuando me derivaron al CRPU lo único que sentí fue miedo, ansiedad, rechazo…

Llevaba varios años de oca en oca, sin saber lo que me pasaba, de psiquiatra en psiquiatra y de psicólogo en psicólogo. Primero me diagnosticaron ansiedad, bipolaridad, trastorno ansioso depresivo, T.O.C, trastorno histriónico, trastorno antisocial, trastorno esquizoide, incluso “drogata”, trastornos alimentarios...

Además, me medicaron para todos estos trastornos. Lo pasé fatal.

Con cada nuevo diagnostico me sentía cada vez más perdido. La medicación no me dejaba pensar, cada día me sentía más incapaz de hacer mi vida. En el trabajo lo pasaba fatal, el sueño se vio afectado y, o no dormía o no me podía despertar. Todo el tiempo estaba nervioso, histérico o dormido. Todo esto hacía que me sintiera muy bloqueado.

Esta situación me ocasionó el primero de muchos ataques de ansiedad y terminé en Urgencias. El primero de unos cuantos que estarían por llegar. Allí, al principio me daban una pastilla y me mandaban para casa haciéndome apenas unas preguntas básicas. "¿Has discutido con alguien? ¿Tienes algún problema?"

Luego llegaron los ingresos en Psiquiatría porque me intenté autolesionar. Allí me estabilizaron con más medicación, me lavaron el estómago, pero tampoco eran capaces de decirme nada claro sobre lo que me pasaba. Seguían sin saber qué me ocurría, yo tenía la sensación de que no sabían tratarme.

Estuve entrando y saliendo de ingresos durante un tiempo. Incluso estuve unos meses en un hospital psiquiátrico; no recuerdo muy bien esa época, la medicación me embotaba los sentidos.

De pronto un día, en una sesión de psiquiatría o psicología (no recuerdo muy bien) me diagnosticaron TLP y no tenía ni idea de que significaba eso.

Me dirigí al CRPU. Allí me explicaron cómo trabajaban y en qué consistía todo. Me dieron unos test y a medida que los iba leyendo, iba sintiéndome identificado con muchas de las preguntas que tenía que responder. Tan identificado que en alguna de ellas sentí miedo de contestar, pues eran cosas de las que yo no estaba muy acostumbrado a hablar.

Tras una entrevista con mi terapeuta, me recomendaron asistir a las terapias grupales. Automáticamente se me vino a la cabeza la idea de que aquella nueva experiencia iba a ser como en psiquiatría: recortar, pegar, leer el periódico... También me vino a la cabeza la idea de que aquello podría ser una terapia de drogodependencia. No entendía nada, "¿Cómo era posible que eso fuese lo que me hacía falta? ¿Qué pinto yo entre todos esos locos?".

En el primer momento no sabía qué hacer, a quién atender, cómo encajar. Pensaba que cuanto antes aprendiese, antes acabaría todo. Dentro del grupo me resultaba muy difícil compartir mis experiencias, se me venía continuamente a la cabeza el miedo a intervenir y pensaba que cuando lo hacía, los consejos que me daban no eran útiles, ya que nadie me entendía de verdad. Me sentía hecho un ovillo, encerrado en mí mismo, pero en las terapias individuales iba ganando en confianza.

Hasta que un día, no sé ni cómo ni por qué, me dí cuenta de que las cosas de las que se hablaban tenían mucho que ver con mi experiencia personal y me empecé a sentir identificado y poco a poco entendido. Sabía que no existía una varita mágica y que el esfuerzo debía ser constante.

Pasaban las semanas y mi confianza y seguridad iba aumentando. Mis miedos se iban transformando en tranquilidad y en ganas de apoyarme y confiar. Aquí todos podían entenderme porque habían pasado por lo mismo.

Pasado algún tiempo entendí que era un poco irreal y vi que lo importante era participar, escuchar, estar activos... Así acabas entrando definitivamente en la dinámica adecuada.

El trabajo diario se hace en talleres que duran aproximadamente una hora, estos están pensados para nuestras necesidades. Trabajamos con las emociones, con la ansiedad, con la tristeza, con la alegría, con los hábitos de la vida diaria, recibimos consejos para mejorar nuestras relaciones con los demás, apoyo y consejo laboral, información sobre el trastorno...

Los talleres no son clases sobre las que luego te hagan un examen, se trata de un aprendizaje personal más que académico.

También hacemos mentalización una vez a la semana, donde aprendemos a conocernos a nosotros mismos. En Psicoeducación, otro taller, aprendemos sobre la personalidad, los sentimientos y las acciones y reacciones de los demás. El enfoque siempre es teórico y práctico, pero necesitamos entrenar fuera del CRPU en nuestra vida cotidiana.

Ahora sé qué quiero y puedo mejorar mi calidad de vida y mis relaciones con los demás, estoy aprendiendo a gestionar mi sufrimiento y a convivir con nuestro trastorno para tener una vida más feliz.

No te rindas, lucha día a día por lo que quieres, fíjate unas metas, ten siempre presente la palabra "esfuerzo".

¡Te esperamos!

Un beso, mucho ánimo.

Los actuales usuarios del CRPU

LinkWithin

Related Posts with Thumbnails